THE BEST SIDE OF VIERA VIDENTE

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El poeta estimó necesario que la voluntad se proyectase sobre aquéllas partes del cuerpo que habitualmente se hallan sustraídas a su imperio.

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El deseo supremo y desconocido de los hombres parece siempre haber tendido a aumentar esa conciencia trascendental”­.one

Aurelia es una obra sin antecedentes en las letras francesas. Gerardo le ha conferido una misión que trasciende el marco de lo puramente artworkístico. Mediante el encantamiento literario pretende concretar un descenso a lo desconocido, “abrir puertas” en el muro que lo separa del universo invisible. Para ello, habrá de valerse del sueño que pone al hombre en comunicación con el reino de los espíritus.

Desde la pérdida de la “totalidad psíquica” siempre existieron hombres especialmente aptos para actualizar las estructuras mentales arcaicas y reencontrar, más allá de la pluralidad aparente de las formas, el acceso que conduce a la percepción del universo mágico de las analogías o mundo multidimensional de las causas.

Shelley, en su famosa Defense of Poetry, escribió que “la poesía es verdaderamente algo divino, es a la par el centro y la circunferencia del conocimiento, lo que comprende toda ciencia y a lo que toda ciencia debe ser referida”. Nos permite habitar un mundo, ante el cual, “este mundo que conocemos es un caos”, y al arrancar de nuestra vista interior la película de los hábitos que nos ocultan las maravillas del ser, “recrea de nuevo el universo, aniquilado en nuestros espíritus por la repetición de impresiones”.

La experiencia evaluativa­ del tiempo sustituye a esa supuesta dimensión intemporal a medida que declinan las facultades hoy consideradas “paranormales”. El hombre pierde la conciencia de la totalidad, y el triunfo de una de las formas de aprehensión lo confina en los estrechos límites de la percepción sensorial. De la visión indivisa se acentúan con particular nitidez las nociones de causalidad, de tiempo y de espacio, cercenando en la psiquis la imagen full del universo. El “Logos” desplaza gradualmente al “Mythos”. Lo invisible, lo infinito, se recorta en secciones, en planos, se escalona, mientras el “yo”, oscurece parte de sus facultades de aprehensión en los abismos de lo inconsciente.

La Cábala y el cristianismo constituyen las fuentes de la enseñanza teórica de Martínez de Pasqually. Sus discípulos consideran al hombre como un ser limitado y miserable por haber pretendido igualar a Dios erigiéndose en demiurgo. Este drama no cesa y se renueva en el espíritu humano. El hombre debe intentar la reconciliación con Dios para lo cual, la orden marti­nista ofrece a sus adeptos la práctica de ciertas operaciones mágicas, que hacen posible la obtención de un bien espiritual inefable y misterioso.

Hay una vida superficial que mira hacia afuera y se nutre de la apariencia de las cosas y hay otra vida interior generalmente vaga e check these guys out imprecisa que presiente dentro de sí misma un nivel remarkable de realidad. Cuando predomina la visión extravertida, el hombre no es más que el fariseo capaz únicamente de un entendimiento literal. Un ser en estado de sopor, que elogia, que teme, que presume y que sólo actúa por la satisfacción del mérito o la alabanza.

Si la “caída” lo condenó a la vida separada, la transformación y el acceso al estado intemporal de la psique lo conducirán al Supremo Conocimiento (gnosis) y a la identificación con la Causa Primera. Por eso, al vivenciar esa intuición primordial y acceder a la Unidad primitiva que in illo tempore se ofrecía espontánea a la mente del hombre arcaico, el poeta se libera del tiempo y por breves momentos obtiene la aprehensión del universo animado y la certeza de hallarse conectado con todos los seres y las cosas.

Pero el precio de esa libertad responsable no es otro que la angustia. De pronto, al detener su activismo insensato, su carrera vana tras lo convencional y superfluo, el hombre experimenta el vacío, la impostura de la vida cotidiana y lo injustificable de ese accionar carente de sentido.

Guérin se nos presenta como un ser abierto a las divinidades del sueño. Su vida oscura, que se acerca por la intensidad de su experiencia al nivel de “sahaja samadhi” de los jivanmuktas hindúes, comunica con otra realidad más vasta que se prolonga de su propio ser.

Sin embargo, ni el animismo tyloriano ni la mística levybruhliana ofrecen respuestas definitivas al origen de las creencias. Ambas teorílike a pesar de sus aspectos positivos pecan de culturocentrismo y permanecen de algún modo aprisionadas en los prejuicios racionalistas. “Como buenos positivistas –escribe Mircea Eliade– Tylor y Frazer consideraban la vida mágico-religiosa de la humanidad arcaica como un conjunto de ‘supersticiones’ pueriles: frutos de miedos ancestrales o de la estupidez ‘primitiva’.

Pues en el ser oscuro puede ocultarse un Dios, y cual ojo naciente por su párpado preso un espíritu puro se agita en el guijarro…

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